Que los niños aprendan a identificar, a controlar y a gestionar sus propias emociones es tan importante como que aprendan a leer o a escribir; y, sin embargo, ¿les ayudamos lo suficiente?
Lucía Bonel |
Desde bien pequeños, los padres ayudamos a nuestros hijos a andar, a ir en bici, a leer, a escribir... habilidades todas ellas imprescindibles para su desarrollo integral. Y, sin embargo, no prestamos la misma atención a otros tipos de aprendizajes igual de importantes, como que aprendan a identificar, a controlar y a gestionar sus propias emociones. “Los niños tienen que aprender a pensar antes de actuar, a controlar su agresividad y su ira, a identificar, por ejemplo, cuando están tristes o contentos… Y todo esto se consigue educándolos emocionalmente desde pequeños”, explica Clara Aladrén Bueno, psicóloga educativa y miembro del grupo Imaginaula. “Solamente así -insiste la psicóloga- serán más felices y sabrán adaptarse a las diferentes situaciones por las que les irá llevando la vida”. ¿Y qué podemos hacer como padres para educar emocionalmente a nuestros hijos? Clara Aladrén responde:
Lo primero: conocer y gestionar nuestras propias emociones. Si los padres sabemos enfrentarnos a nuestras emociones de un modo adecuado podremos servir de referente a nuestros hijos, ya que, de manera inconsciente, ellos van copiando nuestras actuaciones y plasmándolas en su vida.
Escuchar activamente a nuestros hijos. Debemos intentar comprender y entender el porqué de sus palabras, por supuesto, siempre desde el cariño y la empatía. De nada sirve quitar importancia a esa emoción que está sintiendo el niño y que nos está comunicando, hacer como si no pasara nada o intentar compensarle para que deje de sentirla; de esta forma, lo único que hacemos es perjudicarle y retardar un aprendizaje que el niño va a necesitar para su desarrollo personal y social.
Empatizar con ellos. Tenemos que aprender a ponernos en su lugar para poder comprender por qué están teniendo esas emociones y por qué las expresan de una manera determinada y no de otra. Entender, conocer las causas de sus sentimientos, ya sean negativos (tristeza, ira…) o positivos (felicidad, alegría…), nos proporcionará una mayor cercanía con el niño, haciendo que lo entendamos mejor y que nos sea mucho más fácil ayudarle.
Animarles a que expresen sus emociones con palabras. Podemos preguntarles directamente por sus emociones y sentimientos; pero también podemos explicarles cómo nos sentimos nosotros ante determinados comportamientos. Así, les ayudaremos a entender mejor sus emociones y a que se den cuenta de que estamos comprendiendo perfectamente cómo se sienten, porque nosotros también nos hemos sentido así en alguna ocasión.
Los juegos, nuestros aliados. Para ayudar a nuestros hijos a identificar sus emociones, podemos servirnos de juegos, utilizando, por ejemplo, muñecos, dibujos, nuestros propios dedos -pintándonos diferentes caritas que reflejen las distintas emociones-. Un recurso muy interesante es organizar pequeñas representaciones de teatro, en las que podemos crear diferentes personajes que hablen y expresen las emociones que el niño puede estar sintiendo, además de utilizar diferentes tonos de voz y de gestos para que así el pequeño los vaya asociando a cada emoción.